viernes, 30 de abril de 2010

GRANADA, MI ALJIBE II


(capítulo segundo)

El pozo, el rebosadero, la entrada de las aguas de escorrentía y la boca de la acequia para las de riego eran los cuatro accesos al aljibe. Hice planos, calculé alturas, sopesé riesgos y cavilosamente elegí la compuerta de la acequia. Bien sabe Dios que también busqué la entrada de las aguas pluviales, pero no di con ella. Al aliviadero mi cuerpo de muchacho no llegaba, incluso subiéndome a la escalera de palos que usaba para coger higos maduros de las empinadas copas de las higueras más altas. Altas eran de tanto mirar al Mulhacén.

No todos los aljibes pueden rellenarse con agua de riego. Mas, siendo los veranos sureños tan parcos en lluvias, es sistema recomendable aunque empeore muy mucho la calidad del agua y conlleve la necesidad de hervir ésta para beber. En la gran casa de la finca Los Cipreses la grifería era inglesa, por nombre Twiford, pero el agua era indígena. Así pesqué yo el tifus o lo que fueran aquellas fiebres delirantes que me revelaron otros mundos, alejados del sistema métrico decimal y de la lógica aristotélico tomista. Doy gracias por ello, aunque de aquellas me quedé con el cuerpo hecho unos vendos y con un palmo más de alto. ¡Palabrita del niño Jesús!.

La del alba sería cuando descalzo y en meyba repté por la acequia y me tiré a lo oscuro. Me profundí en lo hondo. Chichones apenas si me hice, que lo peor fueron las machacaduras, raspaduras y excoriaciones en rodillas y codos. Había calculado mal y el gran recinto aljibarero , de paredes revestidas de ladrillos ensamblados con argamasa y revocados con arena de miga y tierra, tenía poca agua y mucha hondura.

jueves, 29 de abril de 2010

GRANADA, MI ALJIBE


( Capítulo primero)

Rapaz aún, un septiembre incandescente me bajé a vivir a los dentros del gran aljibe.
 Días antes había escuchado un pregón mercantil, aguas arriba del paseo de Los Tristes, cerquita ya de la alameda que esconde la fuente del Avellano:

¡Galápagos para el aljibeeeee!, gritaba el gitanillo.

Los quelonios en venta se amodorraban en capas estratificadas dentro de un cuévano de mimbre. El pequeño vendedor había ingeniado una especie de vol-au-vent o milhojas. Una capa de galapaguitos y otra de juncos. Otra de tortuguillas de agua y una más de llantén. Tritones y alfábegas. Así hasta el fondo de la cesta. El pregonero humedecía el hojaldre sumergiendo de cuando en cuando el canasto en la fuente del Avellano.

Me gustó mucho asistir a un rito bautismal diferente, practicado por mormones, adventistas del séptimo día, pentecostales y otras hierbas cristianas. Esto lo supe más tarde.

Era fama que el agua de aquella fuente sanaba, de pura y fresca, cuarto y mitad de los males de cuerpo y espíritu. Especialmente recomendada para la melancolía y el mal de la conformidad. Esto otro servidor lo sabía desde siempre.¡Anda que no!

En vista de la inutilidad de mi familia para desentrañar el sentido del pregón, decreté que era menester descender al fondo del aljibe en visita de inspección galapaguil.

martes, 27 de abril de 2010

GRANADA, ECO AZUL


( es continuación...)

Hice de agrimensor pues levanté un plano con las medidas exactas de los tres rodales que tendría mi huerto, uno por habitación. Era preciso tener muy en cuenta el espesor y la altura de los zócalos. Esta etapa requería de cálculos tan precisos como los de Einstein a la búsqueda de su teoría unificada de los campos, que los físicos de hoy persiguen bajo el nombre de teoría de las supercuerdas. O algo así.

Conté con primor los veintiún días que siguieron a la luna nueva de enero. Llegado que fue el día prescrito, sumergí con unción la vieja semilla del árbol de la ciencia en un termo con agua caliente, que renovaba cada veinticuatro horas. Para las fiestas de la cruz de mayo la pepita había brotado: una raicilla por un extremo y un alevín de tallo por el otro.

Como en la vivienda de la familia el espacio a mí asignado era mínimo y promiscuo, decidí pedir ayuda a una japonesa que había venido a estudiar unos cursos de flamenco. Tenía un ático cerca en el Albaicín y era versada en zen. Me agencié en un chamarilero gitano un enorme macetón de barro toscano que había pertenecido al marqués de Esquilache. Pedí quedarme a solas la tarde noche en que procedí al trasplante de la semilla del árbol sagrado desde el termo útero hasta la rica tierra que había preparado en el gran tiesto. Seguí las instrucciones de mi tío el teósofo y todo salió según la naturaleza de las cosas santificadas.

Retomo mi oficio de geómetra medidor. La exactitud y el rigor eran inexcusables, pues las planchas de zinc que cubrirían el suelo a cultivar y protegerían el parquet de madera de mi vocación agrícola debían encajar al milímetro con las otras piezas del propio metal que, verticalmente, iban a recubrir zócalos, rodapiés y pared hasta sesenta centímetros de altura.

A finales de junio quise que mi bonsái sagrado, que ya medía dos palmos de altura, prosperase en mi cuarto de dormir, justamente cerquita de la ventana, que daba a mediodía. Se trataba de una suerte de transubstanciación. A fe que lo conseguí, pues en el último día del reinado de los virgo, cuando las para entonces cuatro cuartas del árbol de Bo volvieron al ático de Mamiko, la planta estaba hermosa y serena. Bien arraigada.

Empecé a ganarme la vida como leguleyo cagatintas, con gente poco divertida, si bien hubiera preferido regentar un casino o un burdel, inclinaciones ambas que cumplí años más tarde. He procurado que mi existencia no sea tan solo un episodio de la nada. La vida no obliga a nadie a ser una mierda. A evitarlo me ayuda la circunstancia de que mi época y yo no concordamos.

Cuando junté unos dineros, compré en Maracena un buen tramo de tierra de sembradura, adecuada para que mi arbusto del gran árbol de Bo pudiera crecer lo que quisiera. Hoy mide más de muchos metros y he logrado que mi árbol sagrado tenga la forma corporal del viento.

                                                             (no sé si sí o si no...¡tal vez sí, tal vez no!...)

domingo, 25 de abril de 2010

GRANADA, HEBRA DEL DESTINO


( ilustración Torres Morenilla )


Un tío abuelo mío, por parte de madre, casó con una maharaní hindú, a quien llevó a vivir a Granada desde las lejanas orillas del río Jhalum en el valle de Cachemira.


No tuvieron hijos y sí un gran afecto por mí. Me contaban historias preciosas de la India, de los vedas y del budismo. Alguna vez me sentaron a meditar con ellos en el carmen que tenían por el Albaicín. Yo era un crío que gustaba del silencio y conseguía poner la mente tranquila y calma, lo que me procuraba paz y bien.

Una tarde de Corpus andaba yo con los maharanís en su carmen, cuando llegó el mecánico de casa para llevarme a no sé qué gaita familiar. Me disgusté mucho, pues los tíos me iban a hablar a la puesta del sol del Buddha niño, cuando todavía se llamaba Siddhartha Gautama. Para consolarme, mi tío me tomó de la mano y me llevó a su torre estudio, clausurada siempre por una llave de plata que colgaba de su cuello y de un cordón trenzado con hilos de oro y seda magenta.

El torreón era un sueño. El sueño de mi vida. Servía de observatorio astronómico, de laboratorio de alquimia, de biblioteca de libros teúrgicos y de teosofía y de recoleto fumadero de opio. Mi tío abrió mi mano derecha para cerrarla a poco sobre un cofrecillo anacarado.

Habló así:

- No te enfades por pequeños contratiempos. Tampoco por los grandes pesares. Tienes muchas vidas para ser feliz. Cuando crezcas, siembra esta semilla en tierra por ti bendita. ¡Ah! primero debes ablandar el grano en agua caliente durante tres semanas, a contar desde la luna nueva de enero de cualquier año impar.

Pregunté:

- ¿Qué árbol será cuando fructifique?

Escuché su respuesta:

- Un árbol sagrado, pues es simiente del gran árbol Bo, donde Gautama “el Despierto” tuvo su iluminación. Es el árbol de la ciencia.

Me dejé conducir por el chófer hasta la vana celebración familiar. Pero aquella tarde yo había aprendido de mi tía hindú un principio de incalculable valor espiritual. Me reveló que la tradición de su tierra favorece el abandono de la vida convencional al llegar a cierta edad, después de haber cumplido con los deberes de familia y de ciudadanía. Ese sabio consejo no me fue arrebatado nunca.

Pasó tiempo y tiempo. Muchos años. A principios del año de la Juventud de las Hojas Secas entendí llegado el momento de seguir la exhortación de la maharaní de Srinagar. Y de hacer fructificar el tesoro que me había legado su sabio marido.

                                                                              ( continuará...¡supongo!)

sábado, 24 de abril de 2010

SEVILLA PAGANA


¿Eres pagana, o qué eres?
Di, ¿qué has oído, qué has visto?
¿También turbó tus placeres
Jesucristo?
( J R J)

viernes, 23 de abril de 2010

AUSENCIA DE MUJER


(Alma-Tadema 1836-1912)

-¡Y cómo huelen las flores
cuando una mujer se ha ido,
cuando todo =alma, jardín,
casa= se queda vacío!...
                                                                           (J R J)

jueves, 22 de abril de 2010

EVASEVILLA


Comparto cena con una bella persona-mujer-madre.
Juan Ramón habría hablado de un "animal hembra".
Me dice, con su voz de trigo moreno, que terminó con la fe impuesta
cuando "se cruzó el sexo con mi vida".
"Si esto es pecado, que me borren de la lista" pensó
la diosa Eva. Gusta de la novela clásica, con su trama y su final.
Cita con entusiasmo a La Regenta. ¡Por algo será!
Conoce, tal que yo, el barrio y su mercado.
Le digo que sus comercios y sus puestos, míos son también.
Y su marido es mi amigo.
Eva se hiere en las mismas trincheras en que yo me descarallo.
¡Ay! ¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!
¡Cuánto lujo por su piel daría yo!

sábado, 17 de abril de 2010

COMO EL MAR


(foto Dorothea Lange)

Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas...

(Miguel Hernández)

jueves, 15 de abril de 2010

BURRO FLAUTISTA



Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal
y dio un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.

«¡Oh!», dijo el borrico,
«¡Qué bien sé tocar!
¡Y dirán que es mala
la música asnal!»
Sin reglas del arte
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.

Sin reglas del arte,
el que en algo acierta,
acierta por casualidad.

(Tomás de Iriarte)

martes, 13 de abril de 2010

FLOR DE ANTIOQUIA

( foto Ouka Lele)

Mi ventana está llena de luna clara,
se agolpan mis sentimientos.
Pienso en tí...y en la cascada de tu cabello entre mis manos...
                         ...me abandona la luz... y estoy llorando...
                                                      
                                                         ( la última línea es un préstamo de J R J)

sábado, 10 de abril de 2010

CORRUPCIÓN A DIESTRA III

(es continuación...)

-Porque no me da la real gana ser la mujer de mi mujer que, para colmo, sería tu ex-mujer. Y te digo más: al final te perderán tu mala cabeza y tu jodida ambición.

El primate armado y rampante estaba muy cabreado:

-Si quieres morir ya ¿se te ocurre manera menos dolorosa que un tiro en la boca?
Le había tenido al borde del k.o. y el muy cabrón seguía en pié por mi puta manía de dar lecciones de moral. Le aticé un crochet en pleno hígado:

-Eso es cosa de suerte. No te pongas sentimental.
(continuará...)

viernes, 9 de abril de 2010

CORRUPCIÓN A DIESTRA II


Probé con un golpe de efecto:
-Si me la quitas de encima, no tienes por qué matarme.

El hombre primitivo miró tres segundos al cañón de su Smith & Wesson y cuatro o cinco a mi entrecejo y escupió:
-¿Quieres hacerte rico?

 Ahora sí. Me tenía arrinconado contra las cuerdas. Lancé un gancho de izquierda a su mentón:
 -¿Y tú? ¿Quieres saber por qué no me caso con una tía forrada de pasta?

miércoles, 7 de abril de 2010

CORRUPCIÓN A DIESTRA I

( foto George Holz )

Yo conocía la respuesta adecuada, pero él seguía en un puro grito:
-¡Al carajo con las explicaciones!
De nada sirve un argumento cabal, si tu prójimo tiene la mente sucia y el corazón lleno de ira. Y un revólver en la mano.

(continuará...)

martes, 6 de abril de 2010

MADRID Y LA GORDA DEL BARRIO



Anoche fui testigo de una concatenación de acontecimientos miríficos.
En el restaurante La Trainera me cuentan que el edificio de la calle de Lagasca número 53 está sometido a un expediente de declaración de ruina, cuyo detonante final se debe a la caída, a plomo, de una señora que vive en el primer piso, cuando estaba sentada en la taza del retrete. No se sabe si para aguas mayores o menores. Testigos presenciales aseguran que la dama, que pesa 140 kilos de los de báscula alemana, apareció, in púribus, encastrada en el inodoro en mitad de la Droguería Ponce en ese momento atestada de clientes, por ser la hora de mediodía. Cayera por su propio peso o por la ley de la gravedad, el caso es que la vecina fue hospitalizada.


Despachada la cena, salgo del restaurante y héteme aquí que encuentro cortado el tráfico de la calle Lagasca por dos coches patrulla de la Policía Municipal, dos ambulancias del Samur tamaño king size y un camión de bomberos con largo brazo articulado. Muchos balcones abiertos en los edificios colindantes y una nube de vecinos curioseando.


Pregunto a Juan, el guardacoches, pues no huelo a chamusquina, ni veo desprendimientos de cornisas, inundaciones, terremotos u otros fenómenos. Me explica que la señora gorda está siendo ascendida hasta su piso, de vuelta del hospital, en una cubeta que remata el brazo del coche de bomberos. Me descoyunto de risa y me pierdo la parte final de la operación, esto es, cómo los esforzados bomberos consiguen introducir a la gorda por el balcón de su casa sin producir destrozos y sin intercesión de los dioses.


Me gustaría que el Ayuntamiento y/o la Comunidad de Madrid rindieran cuentas del coste total de la curación y ascensión de la obesa de mi barrio, teniendo en cuenta que las horas nocturnas de los policías municipales, bomberos, y equipos del Samur deben ser extraordinarias. Exijo un informe detallado del Ministerio del Interior sobre si esta dedicación especial de las fuerzas de seguridad del Estado y de los servicios de protección ciudadana al caso milagroso de la jamona de Lagasca, puso en riesgo o no a la población de la Villa de Madrid. Digo yo que si tal número de efectivos están dedicados a elevar a una gorda, será porque no están atendiendo a sus naturales obligaciones que se supone consisten en evitar atracos, violaciones u otras menudencias por el estilo.
Oséase, que si la del barrio gorda quiere seguir engordando, debe procurarse ayuda sobrenatural y no gastar dinero de los contribuyentes.

Me llegan hoy dos nuevos datos sobre la prodigiosa aventura y desventura de la gorda de Lagasca número 53. El primero es que el peso de la gorda va subiendo. Ya no se habla de 140 kilos si no de 150 ó 160, lo que aporta consistencia a la historia. El segundo, que añade verosimilitud, es que no fue el brazo articulado del coche de bomberos quien finalmente depositó a la gorda en su piso, sino la fuerza bruta de cuatro hercúleos bomberos quienes la subieron, en tresillo de tres plazas, por las escaleras del inmueble semi-ruinoso.

sábado, 3 de abril de 2010

RETRATO DE MUJER QUERIDA

(foto de Willy Ronis)

"Tengo un retrato de mujer querida...
el recuerdo nostálgico de una blancura
que ya no existe..."

Juan Ramón Jiménez 

jueves, 1 de abril de 2010

ACERCANZA


( Foto del blog Anton Castro)

Nuestra Real Academia se limita a definir acercanza así:
"De acercar. Proximidad, relación"