(fotos del autor)
La semana pasada me exilié a París. En el coqueto hotelito del distrito XVIIème había dos recepcionistas que se turnaban.
La
de alba tez y serenos ojos claros se llamaba Mathilde. La otra no. El hotel en
que me perdí es el Villa Eugenie, 167 Rue de Rome 75017 Paris.
Más héteme aquí que, por azares del destino, la que aconsejaba certeramente en materia de gastronomía y transporte era la otra. La menos agraciada. La que no se llamaba Mathilde.
La cena en el bistrôt Le Clou, fue exquisita. El nido de hongos salvajes con un huevo poché todavía hace que mis espartanas glándulas y papilas gustativas manen jugos ante el recuerdo de semejante prodigio.
El plato de resistencia me supo a los tiempos pasados en Aquitania. ¡Vaya lubina al horno con una muselina de echalotas! El vino, del Languedoc, no me dijo gran cosa. Olía mejor que sabía. Le Clou, está en el número 132, rue Cardinet. Hay que bajarse en la estación de metro de Malesherbes, línea nº 3 ¡De nada!
El distrito XVIIème, como casi todo en la vida, está partido en dos. De un lado del ferrocarril, quedan los pobres. Del otro lado, los ricos.
Más héteme aquí que, por azares del destino, la que aconsejaba certeramente en materia de gastronomía y transporte era la otra. La menos agraciada. La que no se llamaba Mathilde.
La cena en el bistrôt Le Clou, fue exquisita. El nido de hongos salvajes con un huevo poché todavía hace que mis espartanas glándulas y papilas gustativas manen jugos ante el recuerdo de semejante prodigio.
El plato de resistencia me supo a los tiempos pasados en Aquitania. ¡Vaya lubina al horno con una muselina de echalotas! El vino, del Languedoc, no me dijo gran cosa. Olía mejor que sabía. Le Clou, está en el número 132, rue Cardinet. Hay que bajarse en la estación de metro de Malesherbes, línea nº 3 ¡De nada!
El distrito XVIIème, como casi todo en la vida, está partido en dos. De un lado del ferrocarril, quedan los pobres. Del otro lado, los ricos.
Hay un sitio en el mundo que se llama París. Un sitio muy grande y hermoso y otra vez grande y hermoso. Es más o menos lo que dijo César Vallejo, quien murió allí en 1938, cuarenta y pico años después de haber nacido al contrario que en París, esto es, en un pueblecito andino y pobre, oscuro y remoto que se llama Santiago de Chuco, en el norte del Perú.
La otra recomendación culinaria de la mujer de recepción que no era blanca ni se llamaba Mathilde dió con mis huesos en un restaurante italiano por nombre Nove Sette, 97, rue des Dames, Paris XVIIème.
Bien decorado, con gente guapa en las mesas y un servicio joven, seguramente con contratos más basura que las hipotecas USA. Me costó diez minutos y tres interlocutores distintos que comprendieran y aceptaran que la chica joven de mi mesa iba a cenar dos platos entrantes.
Cenamos bien, la pasta en su punto y el vino toscano también.
Era domingo noche, el barrio parisino estaba atacado de “dominguitis” y en una callejera esquina una chica ebria se pegó un trompazo de marca mayor. La pobre necesitaba más Benadón e Hidroxil en vena que yo un cariño verdadero, de esos que no se compran ni se venden…
Obviamente Mathilde,tendría lo suyo,por que lo que no entiendo..es que despues de este hermoso recorrido culinario diría yo..termino viendo la foto de un dormitorio con la cama revuelta!! jajaja....besos mi querido Manuel...
ResponderEliminaruffff por acá sobra espacio aún!!!
Bárbara, amor, yo tampoco entiendo nada...Te beso
ResponderEliminarA Paris mon coeur s´en va.
ResponderEliminarNo sé que es mejor, salud, amor y juventud y nada en los bolsillos o madurez, con sonrisa y dinero y un buen hotel. Me olvidé que no eres bohemio.
En el párrafo gastronómico he comenzado a salivar y al mostrar la cama pienso que además de Manuel María durmió en ella alguna leona. ja, ja.
Es día grande por Zaragoza, he salido temprano en la Ofrenda, en otro momento te seguiré leyendo.
Loli Salvador, el asunto es que...no podemos escoger. A veces, huyendo de penas, penas te vienen.
ResponderEliminarLa cama...¡no recuerdo apenas!
¿Te he contado que viví en Zaragoza un invierno? Gracias, niña.
Has rendido los honores comme il faut: amor, exquisiteces culinarias y un hotelito agradable para recuperar el cuerpo de la fatiga otoñal. ¡Superbe!
ResponderEliminarAMALTEA, "...qui se melange au drap pale et délaisse...sur ses yeux mal ouverts..." (Valéry)
ResponderEliminarQuerido Manuel:
ResponderEliminarA si da gusto vivir Octubre, entre exquisitos platos, gente gentil y una cama revuelta...
París o cualquier lugar del mundo.
Un abrazo (Madrid)
Vaya.. no está mal para este Otoño...!!!
ResponderEliminarsaludos
Hola Manuel,
ResponderEliminarCuando vuelvas a París te recomiendo un petit restau. rue Douai genial con comida casera y una " patronne " que baila al ritmo de la musica de los 70....sales del sitio feliz y en buena onda ( cerca de la Place Anvers ); esta parte del 9 arrondissement es interesante y Breton deambuló por sus calles.....au plaisir
Un abrazo
Maite
Hola amigo Manuel buen relato he leído de tu viaje a París la cuidad del amor, romántico viaje de placer.
ResponderEliminarViva la vida ,viva el amor...Viva París.
Me Estás poniendo los dientes largos jeje en este monótono mes de octubre.
Besos de luz y de colores.
MA.
Esto ha sido demasiado...he viajado al despertar, porque son las 8:14h y te leo, soñadora.
ResponderEliminarHe comido tus platos, aunque es temprano y he bebido tus vinos, no soy la chica joven de tu mesa, ni me llamo Mathilde pero ahí, he estado contigo.
Buenos días querido...Te apetece un café?