(los versos son de Manuel María Torres Rojas)
Al borde de la alborada,
después de arder en amor,
se alzó la voz de la niña,
antes de nacer el sol.
Entre rúbricas de espuma,
la flor del agua en su vientre
y en los restos de mi ardor,
cantaba la madre niña,
de su dulzura, al albor.
Su lozano canturreo,
de rumorosa melodía,
ensanchó, de amanecida,
el mustio otoño del alma,
del silencio, y de mi casa.
¡Bendita sea tu belleza y
eternamente lo sea,
en tu transparente cuerpo,
lucero de mi mañana!
(fotos Masao Yamamoto)
Que hermoso, me ha hecho volver el tiempo atrás y sentir unos momentos similares, los más maravillosos.
ResponderEliminarQue tengas buena tarde.
Acaricio tus palabras porque solo así puedo leerlas... como luceros de la mañana, eternamente bellos entre la llama de los amores que hacen de un mustio otoño, un canto a la vida en el alma.
ResponderEliminarMi beso y mi cariño, niño Manuel.
Quien haya inspirado tanta dulzura, bendita sea!
ResponderEliminarSi por el contrario de tu mente nace, démosle gracias a tu maravillosa creación...de la que no me canso nunca.
Precioso Manuel...un beso fresco, como esta noche.
Gracias por esta maravilla poeta mío.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, bueno, hermoso poema, muy a lo clásico. Me recordaste a la poesía amatoria de Garcilaso de la Vega. Ese genio.
ResponderEliminarAbrazos, Manuel María.
Me encanta este canto al presente, sin muerte de ausencias, con el sol alumbrando los pasos del amante que se va.
ResponderEliminarSe te da bien escribir en positivo.
Un abrazo.
Lindo Poema... Parabéns !
ResponderEliminarSou tua seguidora agora...
BESOS
Ha sido un descubrimiento el arte de Masao Yamamoto, de extrema delicadeza...gracias por mostrarlo!;) y no digo menos de tus palabras.
ResponderEliminar"A pesar del frío, las peonías, desnudas y sin hojas, florecen" Sharai.
Un saludo!:)